sábado, noviembre 07, 2015

Recuerdos azul y oro en la plata

Joaquín paseaba nuevamente a la orilla del río de la plata. Había recorrido tantas veces ese camino y sin embargo siempre encontraba algo nuevo en que posar su mirada; los niños jugando a la pelota, los amantes que no pueden quitarse las manos de encima, los oficinistas corriendo al laburo -o a la chamba- como Joaquín hubiese dicho varios años atrás. Entonces, un viejo vendiendo alfajores de maizena se atravesó su camino, Joaquín decidió comprar uno; eligió aquel que tenía mas coco encima, esos eran sus favoritos. Después procedió a sentarse en la banca más cercana. Desde ahí podía mirar a la gente pasar y también el río, el río que todos los días miraba sin recato. Joaquín abrió el envoltorio de papel que cubría su alfajor y le dio el primer bocado. Apenas la combinación de maizena y dulce de leche tocó su paladar, Joaquín recordó aquel inigualable sabor; el mismo sabor que lo transportaba a la facultad donde probó los alfajores por primera vez hace ya varias décadas atrás. Recordó los verdes campos universitarios, llenos de jóvenes, de ideas y de ilusiones; las insufribles clases del profesor H; los interminables viajes en el subte; las horas extras en el departamento de E; las tertulias con sus amigos de antaño  -¿qué será de ellos?- se preguntó, tantos años han pasado y la vida nos ha deparado tan diversos destinos, reflexionó. Y así, sin más, Joaquín volvió a su Buenos Aires querido, el mismo que le cobijaba con su Gardel, sus alfajores y su mate. Una linda mina pasó a su lado, ni siquiera volteó el rostro, -vaya que he envejecido- pensó para si mismo.

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