viernes, enero 04, 2008

Un dia cualquiera II

12:17 hrs

José decidió dar un pequeño paseo por Coyoacán antes de llegar a Ciudad Universitaría, después de todo si este era un viaje de remembranzas, los jardines de Coyoacán tenían historias que él recordaba y lo hacían revivir viejos tiempos, sus tiempos de estudiante, cuando caminaba por las calles adoquinadas, le llegaron pequeños flashazos de su vida con Elena, recordó aquella ocasión en que jugaron a las escondidas solo ella y él en la plaza de los coyotes, la manera en que lo asustó ese día dificilmente podría olvidarla, su primer beso, su primer -Te amo-; José no pudó evitar soltar una lágrima que inmediantamente secó con su dedo pulgar; también recordó las borracheras con sus amigos, los -¡Salud!- y los ¡Aunque mal paguen!, ratos de cantos, risas, llantos y vómitos, una vez que se terminó su helado, se subió a un microbús que lo dejaba en el metro Copilco, ua ruta tantas veces recorrida por él y sintió añoranza; añoranza por aquellos días llenos de ilusiones, sueños, esperanzas y ganas de cambiar el mundo o al menos de comenzar un cambio.


13:13 hrs

Bajó en metro Copilco y caminó por el pasaje donde centenares, incluso millares de estudiantes transitaban a diario, ingresó por la Facultad de Medicina, decidió visitar primero el museo de la facultad, ingresó a la sala, recorrió los pasillos, miraba detenidamente cada uno de los aparatos, órganos, músculos con cortes sagitales y coronales, hasta que llegó al cuerpo que se encuentra en la vitrina principal, su cuerpo se estremeció, sintió un frio que le recorría la espina hasta la nuca y quedo congelado, lo miró fijamente durante algunos minutos, cada centímetro del cuerpo quedó plasmado en su mente, pensó en la fragilidad del cuerpo humano, en lo efímero de la existencia y se cuestionó sobre la posibilidad de una vida después de la muerte.


13:57 hrs

Un poco perturbado por lo que había contempladó, José salió de la facultad de Medicina, caminó por la explanada que se encuentra entre la Torre de Humanidades y la facultad de Medicina, recorriendo el empedrardo gris, a lo lejos ve a unos estudiantes dispuntando un encuentro de fútbol, al escuchar sus gritos se ve a sí mismo jugando en esa misma cancha. Llegó a las islas, observó a lo lejos el montículo donde Elena y él se juraron estar unidos por siempre, -palabras huecas - se dijo; entró a la Facultad de Economía, su facultad, el bullicio de los estudiantes envolvía los pasillos, José subió hasta el aula 107 se encontraba vacía y entró, el pizarrón este se encontraba exactamente igual que cuando ingresó a la carrera,- aún recordaba su primer clase Introducción a la Teoría Económica con Ruelas, un marxista que parecía mas bolchevique que profesor de la facultad, pronto se daría cuenta de que lo que esperaba difería notablemente de la realidad- fue en ese salón donde la vió por primera vez, estaba sentada al frente en la segunda fila, le gustó desde el primer instante, sus grandes ojos miel, su cabello ondulado y su mirada, llena de vitalidad y de lucha; lo demás lo recordó entre sombras, no quería revivir de nuevo esos episodios, no valía la pena, -hoy menos que nunca- pensó para sí mismo.
Al salir de la facultad sintió un hueco en el estómago, en parte porque tenía hambre, en parte por los sentimientos que le causaba estar parado de nuevo en aquel lugar.
Comió en la cafetería de la Facultad de Filosofía, en la parte de abajo, el lugar estaba abarrotado, no encontró una mesa disponible así que simplemente se sentó en el césped y comenzó a comer. Decidió visitar la zona cultural y el espacio escultórico, tal vez ir le ayudaría a pensar y aclarar algunos sentimientos aún confusos.

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